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La Historia Entera.

Escena 5: El Cazador

Escena 5: El Cazador INT. HABITACIÓN DE ANDRÉS - DÍA
Una pequeña choza de madera las paredes están desnudas y de la chimenea aún salen pequeños hilos de humo de las brasas a punto de extinguirse. Sobre el extinto fuego cuelga una oxidada cafetera. Andrés sobre la cama se despierta al apuntar los primeros rayos de sol entre las viejas persianas. Andrés tendrá unos cincuenta y muchos, tiene el pelo y la barba largas y de un blanco grisáceo. Lentamente se levanta y coloca un tronco para reavivar el fuego. Llena con agua la cafetera y la vuelve a colocar sobre el fuego.

Entre sorbo y sorbo del humeante café Andrés carga con cartuchos rojos su vieja escopeta. Se levanta y su mirada se dirige a la única foto enmarcada que hay sobre la pared. En la foto aparecen un hombre viejo y un niño con dos escopetas junto a un enorme oso pardo. El niño y el viejo sonríen, el oso está muerto.

ANDRÉS
(en off)
Llevo utilizando este arma desde los doce años. Cuando ellos aparecieron, hace ya más de veinte años, mi abuelo y yo fuimos de los pocos que fuimos a por ellos. Pero hay veces que el cazador es cazado por la presa.

Andrés aparta la mirada de la fotografía y se dirige a la puerta.

ANDRÉS
(en off)
Desde su muerte todas las mañanas salgo solo ahí fuera a por esos cabrones.

EXTERIOR AMANECIENDO. La cabaña de Andrés contrasta con un enorme muro de hormigón armado con un gigantesco portón flanqueado por torres de vigilancia. Al otro lado del muro se extiende la inmensidad de un oscuro bosque nevado. El portón se abre lentamente.

Vemos a Andrés adentrarse en el bosque con paso lento pero decidido.

En lo alto de una de las torres de vigía dos VIGÍAS fuman un cigarro a medias. Uno de ellos observa el bosque con unos prismáticos.

VIGÍA 1
Ese viejo tiene un par de huevos. Cada mañana, desde que fui destinado a esta torre, sale de su cabaña rumbo al bosque.

VIGÍA 2
¿Huevos? Lo que pasa es que ese viejo chochea. Nadie en sus cabales se metería ahí dentro. Lo que no sé es como aún no se lo han comido esos bastardos.


Vemos ahora como siguiendo la carretera que atraviesa el portón, a un par de kilómetros del muro y de la cabaña de Andrés, se erige una ciudad envuelta en una nube de humo oscuro.

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